El frío de ella

Se puso el pasamontañas y chequeó por última vez que el arma siguiera en su cintura. Respiró profundo, muy profundo y volvió a pensarlo. Tocó el tiembre en cuanto se sintió decidido para que no hubiera vuelta atrás.Al oir el pestillo girar dio una patada seca a la puerta. Entró y cerró violentamente. Ya estaba dentro. Contra la pared había una joven adolescente. Estaba atontada, o por el golpe o por la situación. Permanecía quieta, impávida. Marcos le hizo señas con el arma para que se dirigiera hacia el living. Lo obedeció de inmediato y él la siguió de cerca. Hizo que se sentara en el sillón de dos cuerpos y arrastró uno de uno para quedar justo frente a ella. Se sentó sobre el apoyabrazos.La muchacha permanecía muda, ausente. Recién cuando Marcos se descubrió el rostro lo miró fijamente. Tenía los ojos mas oscuros y luminosos que él hubiera podido siquiera imaginar. Los acompañaban una delicada nariz y unos rosados, carnosos e inocentes labios. Completaban el paisaje las mejillas levemente ruborizadas. A pesar de ser las 8 PM aún llevaba puesto el uniforme colegial. Él había reparado en ello al cerrar la puerta de entrada: su pollera a cuadrillé que alcanzaba a cubrir la mitad de los blancos muslos, la camisa blanca que se mantenía abrochada solo por un par de botones oportunos y la corbata floja y roja. Las manos de ella jugaban nerviosamente con la corbata mientras la punta de su lengua intentaba mantener húmedos los labios entreabiertos. Marcos no podía sacarle los ojos de encima, ella no quería dejar de mirarlo.- Estás descalza - dijo él al notar sus pequeños pies desnudos - Te va a hacer mal.- Estaba por darme una ducha - respondió con su voz tímida y angelical, y subió los pies al sillón.- Andá, te espero acá - propuso.- Gracias, pero en este momento prefiero sentirme sucia - y sonrió irónicamente.Marcos no pudo, no supo o no quiso captar la ironía de la frase. Se levantó del sillón y se le acercó. Ella seguía cada uno de sus movimientos con recelo.- Sos muy linda - susurró - Y lo sabés bien - y estiró su mano izquierda para alcanzar los cabellos rizados.- No, por favor, Marcos. No lo hagas. No - pensó ella en voz demasiado baja.Su mirada acompañaba la caricia en su mejilla. Marcos golpeó con la culata de la pistola la sien de ella, que se desplomó al instante. Él volvió al sillón.No soltaba el arma, por el contrario la apretaba cada vez con mas fuerza. Miraba el cuerpo, hermoso, en la alfombra. Observaba detenidamente sus pies descalzos, sus senos erguidos de libertad, sus muslos ahora descubiertos por completo. Estaba fascinado por la intemperie en que se encontraba tanta virginidad. Ya no había marcha atrás, pero no estaba tan decidido como había creído unos minutos antes, cuando estaba del otro lado de la puerta. Un leve quejido le distrajo el pensamiento.Notó que ella movía imperceptiblemente las manos tratando de aferrarse a algo que la mantuviera en ese lugar. Y giraba la cabeza. Se apresuró para llegar a ella. Corrió delicadamente el cabello de delante de sus ojos y se miró nuevamente en la noche negra. Un nuevo culatazo impactó de lleno en el cráneode la muchacha. La alfombra se tiño carmín rápidamente. Él se quedó de rodillas frente a ella unos minutos, también sin moverse.Con suma tranquilidad le quitó el uniforme. Acarició su cabellera, su cuello, sus hombros. Mojó uno de sus dedos en la alfombra y le pintó los labios con sangre. Después los besó apasionadamente. Ella no cerró los ojos. Acarició el femenino vientre, la increíble cintura, los suaves muslos. Por fin se quitó la ropa.Así estaban. Ella desnuda, virginal, esperándolo. Él desnudo, con toda su masculinidad deseándola. Volvió a besarla. Se acostó a su lado y la abrazó fuerte, muy fuerte.Se despertó sintiendo frío. Mucho frío. El frío de ella. Ella seguía mirando el techo sin verlo. Lo tenía tomado de la mano con pasional rigor mortis. No intentó soltarse; había soñado con ella toda su vida, pero el de esa noche había sido demasiado real. Todavía retumbaba en su cabeza la última frase oída antes de sentir frío: hiciste bien en matarme antes, ahora ya no podrías hacerlo.

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