Único placer o placer único?

Mátame.
Llévate mi alma.
Clávame la estaca de lo indebido
en el centro justo de mi pecho.
Y haz lo que quieras con mi cuerpo.
Mátame.
Tan solo mátame.
Arráncame las pieles de concreto,
y mis uñas para clavarlas en tu espalda.
Que mis músculos se contraigan
con tu lengua por picana.
Quema mis piernas susurrándome guarradas.
Apresírate.
Mátame.
Que la sangre en mis venas está hirviendo,
y se seca,
y están a punto de estallar.
Tortúrame hasta que llore sangre,
sangre oscura, sangre enferma.
Solo mátame,
que estoy muriendo.
Que el fuego de tus labios quema por dentro.
Ese es mi propio averno.
No me llores.
Ríe con locura.
Ríe de la vida que me quitas
por toda a eternidad.
De una vez,
mátame.
Cómete mis sesos.
Destruye mis sentidos.
Azótame con jugadas a tres puntas.
Derrite sobre mí ese museo.
Asfíxiame en plásticas dudas.
Mátame,
te lo ruego.
Átame con tus medias de red de viuda negra
y golpea duramente mi inocencia.
Que el hematoma se esparza con lujuria.
Quiébrame los huesos hasta perder las formas.
Clávame tus tacos de morfina.
Híncame los dientes en el cuello.
Mátame,
por Dios,
solo mátame.
Que tengo ganas que tu cama sea mi lecho.
Déjame conocer a la muerte en portaligas,
saborear el veneno de sus besos,
aferrarme fuerte a sus cabellos
y que sus piernas me traguen.
Mátame.
Lentamente.
Sádica y sensual.
Que el dolor se torne placentero.
Mátame ahora.
Sí. Sí.
Y páreme de nuevo.

Páreme.
Y regálame el recuerdo
de verme sonreir en el reflejo de tus ojos.

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