Nada tiene sentido

Después de varios días de pensarlo había resuelto el acertijo. Tenía en su cabeza el diálogo que llevaría adelante, con cada una de las posibles derivaciones. También lo tenía en el bolsillo, en el diagrama de flojo que había usado para memorizarlo, por si era necesario consultarlo en algún momento.
Había decidido no tomar alcohol esa noche, al menos hasta pronunciar la primera línea, salvo por un par de medidas de valentía concentrada.
Durante esos días había elegido cuidadosamente cada palabra y su respectivo tono. Había ensayado timidamente cada gesto. Y por sobre todo, habí pedido consejos a sus amigas cercanas. Siempre le había resultado difícil cruzar los límites que él mismo creaba, y por eso prefería las mujeres desconocidas. Pero este caso era distinto, completamente distinto. Ella era distinta. Se notaba, se veía, se sentía y se lo gritaban en canon su cuerpo y su alma. Tenía que ser ella. Era ella.
Repetía mentalmente el diálogo cuando la vió ir hacia él. Apuró los tequilas y repasó su primera frase, la que incluso olvidaba el saludo: "no estás tomando nada, vamos a la barra". Sabía que era patético como comienzo, pero le habían insistido en la importancia de sacarla de su posición para que se sintiera visitante. Y a él, en su cabeza, le gustaba la idea de que aceptara instantaneamente, alivianando la presión de su pecho.
Pero al estar a un par de metros, entró en pánico. Algo no estaba funcionando. Nada tenía sentido. Ella tenía un trago en la mano. Trató de calmarse, de buscar otras opciones, de consultar su bolsillo. Y extrañó los tequilas apurados.
"No estás tomando nada?" dijo ella. "Mojito?" ofreció su trago, llevándole el vaso a la altura de los ojos. Él no podía dejar de mirar los ojos sonrientes y la luminosa sonrisa. "No me gusta la menta" fue su poco pensada respuesta. Ella sonrió aún mas, destellante, para agregar rotundamente: "Entonces no tenemos nada mas que hablar". A medida que él recuperaba su mirada, la sonrisa de ella se intensificaba, hasta dejar ver un chicle entre los dientes. Cuando estuvo segura de que él se había percatado de eso, y le rodeó con sus brazos el cuello y lo besó con furia.
Él, mientras disfrutaba de la frescura de sus bocas, decidió replantearse algunas cosas.

1 comentario:

macufeliz dijo...

Qué bien que actualices este lugar! Lo tenías abandonado... Los dos textos anteriores ya sabes que los había leído pero este no y me ha encantado. Un final contundente que le hace a uno replantearse muchas cosas (como al protagonista jeje), cómo complicamos una vida mucho más sencilla de lo que creemos... Ya sabes, sigue tachando y haciendo flechitas porque esto se te da realmente bien :-)